Maya 26+1

Recuerdo que era un jueves 28 de marzo, un día como otro cualquiera. Fui a una consulta rutinaria, con el ginecólogo. Iba muy emocionada como siempre que iba a ver a mi pequeña Maya. Pero ese día no iba todo bien como de costumbre. El médico me dijo que mi cuello del útero se estaba acortando mucho, es decir, que me estaba poniendo de parto y me derivó al Hospital General de La Palma, vivimos en la isla bonita.

Yo no lo entendí hasta que llegué al hospital, me volvieron a explorar, tan solo tenía 23 semanas de gestación y el ginecólogo nos dijo que estar dilatando tan pronto se consideraba un aborto tardío.

Me dejaron ingresada en el Hospital de La Palma y afortunadamente pude aguantar 8 días más y cumplí las ansiadas 24 semanas de gestación. Decidieron trasladarme a Tenerife, al Hospital Universitario de Canarias, que dispone de una Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales (en La Palma no), y donde se encuentra un gran equipo de neonatólogos para poder atender a mi bebé. No lo habían hecho antes porque con 23 semanas no era viable trasladarme ni que mi niña saliera adelante.

Ingresada en el HUC

Mientras estuve ingresada en el HUC, tuve una amenaza de parto prematuro con 24+5. Aquel fue el peor día de nuestra vida. Me sentía rara así que toque el timbre y me bajaron a paritorio. Había dilatado 3 cm. Todos corrían con mi cama hasta que llegamos a un quirófano. Miraba a mi chico desconcertada, él estaba hablando con una de las ginecólogas que me estaba atendiendo.

Todo iba pasando al mismo tiempo, me sondaban, me cogían vias para el sulfato de magnesio, la ginecóloga diciéndome «tienes 3 cm dilatados, te estamos preparando para una cesárea. tu útero es muy pequeño y existían riesgos para ti, pero ustedes deciden». A la vez también los pediatras nos decían que el bebe no tenía muchas posibilidades de salir adelante con las semanas que sumábamos, y que consideraban que con una cesárea tendría algo más de posibilidades que por parto natural, «estás dilatando tan rápido que tenemos como mucho una hora».

Maya y Mamá

 

Cesárea

Yo aún estaba procesando toda la información que me habían disparado en unos minutos, cuando mi novio dijo «No queremos una cesárea si la cosas igual van a acabar mal». Estaba muy confusa ni me salían las palabras solo veía mi barriga y pensaba que si mi hija estaba bien porque pasaba todo esto. Los médicos con todo preparado para la cesárea me miraron esperando a que yo dijera algo.  «Quiero parto natural». Nos hicieron firmar unos documentos que decían que Maya venía de nalgas y que queríamos que fuera un parto natural.

Me dejaron un registro puesto y se fueron. Solo había una chica rondando, creo que era una matrona. Me gire a la izquierda y vi una incubadora para mi bebe, y en ese momento exploté, lloré, grité y mi bebé se movía. No paraba de preguntarme cómo era posible que eso estuviera pasando. Aún cierro los ojos y lo recuerdo cada instante.

Mi novio estaba sentado llorando en silencio, se levantó me cogió la mano y me tranquilizó diciendo «ella todavía está dentro no hagas esfuerzos».  Y entendí que ella estaba dentro y moviéndose, respiré profundo y me calmé.

Vuelta a la habitación

Estuvimos ahí hasta las dos de la mañana, me vinieron a buscar y me llevaron a una habitación de esa planta. Volvieron por la mañana y, gracias a Dios, seguía todo igual, se había parado. Esa misma tarde me subieron a mi habitación donde estuve en reposo durante diez días más.

Era 18 de abril, empecé a tener contracciones y me volvieron a bajar a paritorio. Esta vez fue diferente, ya tenía 26+1 semanas de gestación y una de las pediatras, Ana Sancho, me dijo «ahora si vamos a ir a por ella», eso me dio mucha confianza.

Todo fue muy rápido. Había nacido mi niña. Me la enseñaron un segundo y se la llevaron enseguida. Pasado un rato me dijeron que la niña estaba estable dentro de su prematuridad, pensé en cómo una hora se puede convertir en 10 días.

Mano Maya

Después del parto

Después del parto me subieron de recuperación a mi habitación, eran como las dos de la tarde. Habían pasado cinco horas aproximadamente y no sabía nada de mi bebé. Al llegar vi la cara de mi madre y de mi novio; fue un alivio, sonrieron y me dijeron que la niña estaba estable y que nada había cambiado.

Eran las cuatro de la tarde cuando fui a verla, llegué a la UCIN, qué impresión. Recuerdo que había mucho calor, logré levantarme de la silla y la vi, tan pequeña, tan espabilada y con tantas cosas por todas partes. Lloré, no sabía si de la emoción de que estuviera viva o de la culpa porque mi cuerpo no fue seguro para ella. No veía su carita porque tenía un aparato, que era muy grande para ella; lo sostenía con un gorrito que tenía en la cabeza (CPAP). Su pañal le tapaba la mitas de su cuerpito.  Todo era grande. Le pedí perdón por todo lo que estaba pasando y le dije que tenía que ser fuerte.

Le pregunté a la enfermera que me explicara todo lo que tenía y me dijo: «Mami es una campeona, para el tiempo que nació debería estar intubada, pero en vez de eso solo ha necesitado una CPAP. Las primeras 24 horas eran muy importantes, ella está estable y confortable». Me motive mucho cuando me dijo eso.

Papá y Maya

Pasó el tiempo

Pasó el tiempo y vimos como pasaba de la incubadora a la cuna de calor, de ahí a cuidados intermedios y finalmente ¡Nos vamos de alta! Además de los 62 días que pasamos en el HUC, nos llevamos una displasia broncopulmonar leve y una pequeña afección cardíaca.

Nos dimos cuenta de que nuestra hija es una tremenda guerrera y que con mucha fe, fuerza y paciencia todo es posible. Tuvimos mucho apoyo y compañía, por eso queremos agradecer a todos por hacer que esos meses fueran más llevaderos. Gracias a nuestra familia, amigos, a todo el personal de la UCIN, muchos papás y mamás compis de incubadora por sus conversaciones y compañía en el cuarto de respiro, a Apremate, a Pulperas Solidarias Noupops Canarias por su primer mejor amigo de Maya (su pulpito) y por último, a nuestra hija, porque sabemos que no es fácil nacer tan pequeño.

Maya gorro

Maya reina

 

 

#lavidadeunprematuro