El día del ecógrafo
Y de pronto llegó el día. Había que ir al “ecógrafo” y dar un paseo en silla de ruedas con mis mejores galas -el camisón del hospital- por todos esos pasillos desde la 3ª norte a la 2ª planta de la Escuela de Enfermería, que no veas el paseito donde habían algunos baches y con el miedo en el cuerpo de estar sentada y notar salir líquido; solo pensaba que había que volver. Sinceramente me sentía bastante débil físicamente de estar tanto tiempo en reposo y sin salir de la habitación, pero emocionalmente estaba a tope, sabía que debía ser así y que tenía que estar y ser 100% positiva. Pues bien, allí estaba por fuera de la puerta esperando a que me entraran, mientras otras mamás embarazadas en la sala de espera impacientes a su revisión me miraban con cara de pena.
Muerta de miedo
Creo que en realidad estaba muerta de miedo, estaba obsesionada con la limpieza y las infecciones y en el “ecógrafo” una de las ecografías era vaginal, supongo que por esto no me emocionaba tanto ir allí, no porque fuera vaginal, sino por no introducir nada donde todo podía ser tan efímero y susceptible. Se lo llegué a comentar a los Gine, me miraron con cara de esta chica esta loca y diciéndome que era totalmente aséptico.
Llegó la hora
Llegó el momento de entrar. Me preocupaba el movimiento de levantarme de la silla de ruedas para quitarme las bragas y subirme a la camilla sin provocar movimientos bruscos y que el líquido siguiera en su sitio. Ellos decían siempre “tranquila mujer, no va a pasa nada por perder un poco de líquido”. Mi cara debía ser algo así 🙄 y mi voz interior decía “ya, claro”. Mi oligohidramnios ya era bastante severo como para perder una gota, aunque las recomendaciones para volver a generarlo, además del reposo, era la toma de abundante líquido y el comer verduras y frutas jugosas (melón, naranja, mandarina, uvas…)
La ecografía
La última ecografía en el “ecógrafo”, fue en la selectiva con la revisión de las 20 semanas, fue poco antes del ingreso, y a estas alturas ya habían pasado unas cuantas más y sumábamos 25+5 semanas de gestación. El cuello del útero estaba bien, no había acortamiento -esto da señales de que se puede presentar un parto-, asentí y le dije “¿pero los niños?, ¿están bien?, ¿Eduardo tiene líquido?, ¿han crecido?, ¿subieron de peso?…” pronto me frenó el Dr. de Luis -en la resi es reconocido como el mejor en ecos-, “vamos por partes” me dijo, “hay que verlos por fuera, vaginal no, ya son muy grandes” mi corazón iba tan rápido como va el de los bebés. Lo menos que me gustaba era como te aprietan la barriga con el ultrasonido.
Los niños
1º gemelo (Alejandro): líquido abundante, corazón, riñones, hígado, columna, geniales e intestinos bien. Manos, pies, cabeza, ojos, boca y nariz todo en su sitio, su peso aproximado es de 900gr y su talla de unos 30 centímetros. Esta perfecto, su crecimiento está dentro de lo normal. Ahora el 2º gemelo (Eduardo) no hay demasiado líquido pero tiene, me dijo, recuerda que debes beber mucho líquido y que se regenera. Todo estaba bien, incluso el flujo que pasa a través de las arterias y el cordón umbilical, que se mide mediante la ecografía Doppler. El Dr. de Luis me dijo que era un bebé fuerte pero con estas semanas de embarazo y el tiempo que había estado con poco líquido había que ser prudentes e ir día a día y pasito a pasito, porque podría tener complicaciones (escribiré otro post con esto).
De vuelta a la habitación con vistas al mar
De vuelta a la habitación con vistas al mar, me hablaba la celadora que empujaba mi silla de ruedas, pero me quedé ciega, sorda y muda, no podía procesar tanta información en tan poco tiempo, no sabía si era bueno o no tan bueno lo que me había dicho y mi mente se paró para sólo escuchar: “tucutu tucutu tucutu tucutu” se escuchaban fuertes y rítmicos sus corazones, las lágrimas caían a borbotones por mis mejillas, «aguanten pequeños, aguanten».